Monday, October 17, 2011

Nailea
y el fin del mundo
(borrador)
Isadora Montelongo



Nailea cuando habla siempre de cometas y piedras calientes venidas del cielo. No para de hablar sobre el fin del mundo y lo que hará Dios con un cometa que nos aplastará gustoso como un martillo parte una nuez.

─El martillo de Dios, mira, mira, ─le digo atascado de risa.

Ella me mira con sus lentes de aumento, me parte seguramente la cara con el pensamiento de rayo láser y enciende la computadora del estudio de su casa.

Nailea está loca. No tengo la menor duda de ello.

Nailea es la chica más solitaria que conozco desde que estábamos en secundaria. Nos vemos casi de diario y no le conozco a ningún amigo.

─A huevo, cabrón, ─interrumpe mi risa con su voz pastosa y seria─ el martillo de Dios te va a sacar la caca.

─No manches, pinche Nailea. Lo que necesitas es que te cojas a un cabrón para que dejes esas pendejadas.

Nailea no es fea, al contrario, detrás de esas gafas es una chica ardiente. Jamás nadie le ha dicho que es bonita, porque es una completa salvaje. Por lo tanto jamás nadie se la ha cogido, así como nunca le ha interesado acostarse con alguien.

─Soy asexual, ─me dice contundentemente para que la deje de chingar.

Nailea me muestra en la computadora, el trayecto del cometa que va directo hacia la tierra. La noche es un plasma de 3D rodeado de puntos blancos que son estrellas. Ella hace brillar las palabras en la boca. Yo miro con atención sus lindos ojos que destellan energía e hiperactividad. Nailea dice que el cometa nos agarrará a todos por la cola. Destrucción contra destrucción. La tierra se partirá por el fuego, explotaremos todos como una botella agitada de coca cola, los volcanes, si es que quedamos vivos, nos freirán como tocino dentro de una sartén. Nailea, la chica solitaria que conozco desde la secundaria, me muestra una animación que se ha inventado en su computadora. Yo me pongo rojo cuando ella se me acerca y me toca los brazos con gran excitación.

Estámos solos en el estudio de su casa. Rodeados de los pósters de extraterrestres, planetas y galaxias enteras.

─¿Me comprendes, cabrón? ¿Ahora sí me comprendes?

Yo la miro desahogarse, hablar de estrellas, tormentas solares, planetas alineándose y años luz. Nailea sabe que el mundo se va a acabar y nadie la escucha.

─ ¿Si la gente no escucha, cómo diablos me va a creer?

Nailea es la chica más sexy y dulce que yo he conocido, estoy a su lado y quiero abrazarla y sujetarla hasta robarle un suspiro del corazón. Pongo mi mano sobre la mano con la que sujeta el mouse tras el impulso de pensar en sus pantalones ajustados de mezclilla.

─¿Por qué jodidos me miras así?

─Namás

─¿Qué chingados quieres?

Me siento ahora tal como ella. Si yo le digo que pronto mi corazón va a estallar en aquella habitación directo contra la tierra, como su dichoso cometa, ella no me creerá.

Nailea me gusta.

Ella quita su mano del mouse y se levanta fugitiva del asiento. Yo me paró frente a ella. Quiero ser como el cometa, estrellarme con mi mazo de Dios y darle repetidas veces hasta reventar la cáscara delgada de su pequeña nuez.

Los pantalones ajustados, los lentes con reflejo de botella y su mirada de gusanos negros me mata.

Tengo un terrible potencial de impactarme contra ella.

Nailea me da una cachetada cuando trato de tomarla de la cintura.

─¡Reacciona, pinche pendejo!

Nailea me ha colapsado. Estoy frío, peor que una luna lejana. Me toco la cara, después de su manotazo de loca salvaje. La miro con los ojos pequeños y llenos de materia oscura que reflejan los pensamientos de mi cabeza.

─Me gustas y qué chingados, ─termino por decirle después de tantos años que la he estado molestanto.

Ella se va de sentón en la silla frente a la computadora del estudio.

¿Qué? ¿No me crees?

─No

─ Pues me gustas. Y quiero que lo sepas. Así que deberías de decirle al mundo que se va a joder por un cometa.

Nailea me mira y yo abro la puerta del estudio de su casa. Antes de cerrarla la miro y le sonrió con la cara adolorida.

Ella me mira, corre hacia a mí, me besa en los labios con todo el calor vivo de su boca y me dice: ─Tienes razón, le avisaré al mundo que se va a joder con un cometa.

─¿Nos vemos mañana?

Yo sólo sonrío y sé que puede ser el fin del mundo con el martillo de Dios y no importa porque me quedo con un suspiro del corazón de Nailea.