Saturday, September 12, 2015

Quisiera ser un pez
(borrador) Isadora Montelongo


Cuando buceaba por el fondo del océano 
Me enamore de una bellísima sirena 
Fuera del mar sin vacilar pedí su mano 
Canta Rigo Tovar





A  veces dices cosas tan idiotas como que nunca estáremos juntos o que el mundo y su columna nos separa. Veo tus nalgas desnudas cuando lo dices y bebes tanta agua como un animal de río. Pienso que no hay nada más estúpido que tú y  tus miedos, sin embargo espero que con tanta agua la estúpidez se te diluya dentro de tu ser. Pero nunca pasa.

            Regresas a la cama, abres mis aletas y me amas como siempre que estámos juntos.  Yo regreso al mar a la mañana siguiente, extiendo mi cola y nado hasta lo profundo, y tú como siempre te quedas mirando con un estúpido vacío sobre la arena con la sed de un animal de tierra. Y yo sé que a veces también digo cosas estúpidas como que quisiera que fueras un pez.

Friday, July 31, 2015

1. Las cosas que ella me dijo...
2. La conocí cuando estudiaba carrera, ella se había enamorado de uno de esos iconos de la literatura mexicana que hizo revolución un par de décadas atrás. La onda era irnos de Monterrey, lejos, donde los sueños se concretaran en la realidad. Yo siempre quise ser editora, aunque a la distancia, ahora lo veo tan distitno el sueño. Ella quería ser escritora y editora. Mi viaje fue hermoso, sin embargo no por ello difícil, su viaje fue como lo dijo y luego con los años se lo tatuó en la nuca: Perra.
3. La vida es perra, pero no olvido que también tiene un lomo para ser acariciada.
4. Todo narrador es solitario, muy a pesar de la personalidad social que adopte. Entre muchos de los colegas, veo al drogadicto que todo el día se la pasa maldiciendo y escupiendo la cantidad de coca o mois que necesita para seguir chevere (el maldito), el o la homosexual que vive, escribe y reza la defensa de sus ideales y sexo (los rainbow), los que pecan de sabios (intelectualoides), los godinez, que tratamos de sobrevivir entre personalidades grises del ordinario y la escritura, en la cual pecamos de rockstars (los superGodínez) y quienes ley de las letras es su segundo apellido, son los super rockstars.
5. Todos nos conocemos, pero pocos conocen las letras de os unos y los otros. 
6. Cuando ella y yo volvimos, ambas cambiamos, como cambia todo.
7. Yo me volví de mucha reflexión, de mucha herida, pero sin son de dolor o daño, aunque a veces, lucho contra el odio que deja cualquier herida y orgullo que mide todo muy alto. A ella la sentí dura  y amarga, fuera del corazón.
8. Yo crecí rumbo a la vejez, ella hacia la adolescencia.
9. Muchas cosas han muerto entre nosotras, o al menos yo las maté tras sus malos tratos. Poco corazón me queda y podría decir que sólo considero a muy escasa gente como tal, como gente. Pero no por ello, dejo de estimar a todos ellos. 
10. El viaje nos dio una noticia, aquel icono de la literatura murió y yo con eso cerré un viejo ciclo. Estoy libre de deberle algo.
11. Ahora no sé si yo persiga algún sueño de antaño o una pesadilla del ahora.

Wednesday, April 29, 2015

1. Hay que poner las cosas en claro y más claras con uno mismo antes que con el mundo entero: escribo puras mamadas, porque mi vida ha sido una mamada.
2. Estoy cansada de que me llamen ejemplo, señorita-dama y maestra. Estoy hasta la madre de estar cerca de la corrección y sentir la rebeldía que nace desde el vientre.
3. Ser original no es alegría, es despedirse de toda la plana y repetición que este mundo exige. No se puede luchar contra el mundo, pero sí se puede declarar la guerra sin cuartel, aunque el despojo de humanidad que a uno le queda, flote, flote, flote.
4. El amor puede más que un consejo.
5. Y el amor, tiene pocos rincones donde anda.

Wednesday, April 22, 2015

Invítame a entrar
(borrador)
Isadora Montelongo

Carolina cierra la puerta, después de sacar la llave del cerrojo, se asegura que la perilla no gire más, sale apresurada, con los cabellos recién duchados,  las mejillas de un color pálido y los labios sin una gota de labial. La veo sin que diga una sola palabra matutina de su boca, un adiós temporal o un dios te bendiga para siempre. Vuelve puntual a las cinco de la tarde,  sus tacones hacen un ruido peculiar cuando regresa de una larga jornada laboral, se arrastran como si fueran un pequeño trueno sobre el asfalto. La miro con el rostro cenizo del cansancio, la ropa arrugada y con la falta de crema en sus manos; introduce la llave en el cerrojo y gira la perilla, abre la ventana que no se ha abierto desde que ella salió en la mañana, la casa parece inmóvil desde que ella sale. No es la mismas atmosfera cuando ella sale, tiene un aroma peculiar, tal vez sea causa de sus infortunios, Carolina huele a leche derramada, tibia que se extiende por el cuerpo y  alimenta  a cualquier que esté carente de una sensación dulce y tibia. El aroma debe venir de sus pezones que hasta hace poco lucían más hinchados que de costumbre. No tuvo qué decirlo, tuve sólo que mirarla por las mañanas y después de regresar del trabajo para asegurar que esperaba un hijo; los botones de las blusas se abrían un poco de cada lado, mostraban un brassiere apretado, jugoso de carne blanca que cualquiera que la viera asomarse de entre las aberturas de la blusa, podía desear.
Carolina se recuesta sobre el sillón de la sala, se levanta y abre el refri, no cocina nada, sólo deja la mano buscando al azar algún producto lácteo. Se recuesta sobre los huesos que se le han marcado más en sus caderas anchas. Carolina ya no es aquella muchacha que salía al patio y se recostaba sobre el césped recién cortado, con los pechos apuntando al cielo, con la forma puntiaguda que hace a la boca ajena forma de chupón, ya no ríe hasta convertir su risa en una carcajada que sale de las paredes al exterior de la casa y se le puede imaginar con las piernas abiertas y acaloradas por el verano. Carolina se hizo para adentro, tan adentro que es mía cuando la veo, la pienso, la miro desde la ventana de casa, donde con cruzar la calle, la sé más de lo que ella se sabe a sí misma.

Fue una tarde de agosto cuando por primera vez sentí lo que ella sintió, estaba justo en la ventana, en la penumbra viendo al exterior, la calle era una alarma de ladridos, los perros se reunían sobre la calle, ladrando a la puerta de Carolina, los gritos entre ella y un hombre alto, de algunos años encima, no se dejaron esperar. Él azotó la puerta, ella, la volvió a abrir y cuando salió a la calle, forcejearon. Un impulso me arrojó hasta la calle, frente a la escena. El tipo salió corriendo y esa fue la primera vez que estuve frente a Carolina, la llevé adrentro de su casa y tomamos un poco. Terminamos en su cama, con la ropa totalmente fuera de encima y desde entonces, jamás volvió a mirarme, ni siquiera para unos buenos días. Ahora Carolina sale de casa todas las mañanas y regresa a las cinco de la tarde, espero a que gire la perilla y vuelva a ofrecerme lo que hay dentro de su casa. Tan adentro como fui con ella ese día.

Tuesday, April 21, 2015

1. No quiero decir las cosas que él me dijo, pero las que me enseñó, se las enseña a todas.
2. El pene es el instrumento más sexualizado en el mundo, después de la vagina, la vagina va en primer lugar porque es la madre de todas las demás.
3. Hace poco alguien se paró frente a mí y me enseñó su pene, un pene lindo, dentro de los estándares normales, pero creo quien lo porta tiene la mentalidad que con eso se puede trascender. Tal vez pueda hacerlo, sin embargo, no conmigo. Mi animalidad está muy asociada a otras cosas igual de primitivas, pero menos sofocantes que la interpretación de hombre-mujer-coito-dominación.
4. Hace mucho tiempo dejé de soñar y en mis sueños lo último que recuerdo es a un hombre.
5. No quiero que me prometan un pene sin haber cumplido como individuo, no quiero que me pongan uno erecto, sin haber vivido, no quiero un pene porque sea pene, quiero lo que quiere cualquier piel, claro, pero no lo que desea cualquier ser.
6. Esa tarde por segunda vez que me quito al susodicho de encima, se molesta conmigo. Y no quiero pensar qué hubiera hecho si por fin lo hago mío. ¿A caso los hombres no conocen a este tipo de mujer en particular que sólo aman a quien escogen y no con quien cogen? Bueno, he  aquí mi presencia que hace tierra cuando coge y ama, no cuando sólo coge  y desgracia el amor.


Saturday, March 07, 2015

1. ¿Qué buscamos cuando buscamos la vida? Buscar la vida se me hace peor que buscar la muerte, al menos con la muerte hay algo certero, una línea que acaba, pero cuando buscamos algo de la vida, los tres puntos que se desprenden de ella, la incertidumbre que cega, es una de las cosas terribles.
2. Tengo 33 años y estoy a punto de crucificarme. Aunque soy mujer y lo digo con el aunque, porque la igualdad es un mero imaginario, sigo pendiente de lo que me prometieron.
3. Crecer, estudiar, trabajar, casarme y tener hijos. Con las últimas tres no estoy contenta, ni tampoco las he seguido al pie de la letra. Nací mujer y los penes que me prometieron, se encajaron en otras vaginas por ahí. Como diría mi madre: "es que no te arreglas"
4. ¿Arreglarme? Al modo, ¿a cuál modo, al de la cultura televisada? No gracias. El crucifijo aún puede perdonarme los huesos.
5. Busco mi destino, a lo que pertenezco, no sólo el adolescente se siente confundido, sino el adulto que aún tiene un espíritu que no se acomoda al modo contemporáneo de las prisas, inmediatez, materialismo aferrado a la copia de la burguesía estadounidense y la globalización asfixiante. Busco mi destino, no como mujer, porque ser mujer no fue el beneficio, mucho menos el castigo. Busco mi destino, porque a esta solterita, pobrecita, no tiene  novio ni familia, no le gusta lo que adoptó como la normalidad, "lo que le sigue" para vivir.
6. Y una no habla de esto, porque cuando se habla, se le calla. Y es ahí la cruxificción, porque escribo y es lo que quiero hacer para vivir.



Sunday, February 01, 2015

Cuando corro, me corro
(borrador)
Por Isadora Montelongo

Corro desde que comencé a llorar, veo la carretera como un pañuelo. Hace 2 kilómetros y supongo 500 mililitros de lágrimas se han consumido por el camino.
            No corro para tener las piernas torneadas ni bonitas, ni lloro por ningún hombre. Los hombres no son causa de llanto, sino de risas. El otro día reí tanto en la cama. Cris estaba encima de mí y con la lengua recorría mi pezón izquierdo, las cosquillas eran tal que me causaban mucha risa, me hice pipí sobre la colcha. A Cris no le dio asco porque es más atascado que yo para muchas cosas del sexo. Así nos conocimos, en un atasque total. Yo corría como siempre para poder llorar. La carretera estaba sola a altas horas de la madrugada, los fantasmas del camino se habían ido a dormir después de las tres de la mañana y mis tenis rompían las piedras a la orilla del camino. Lloraba aquellas horas desperdiciadas en el trabajo, en la rutina innecesaria para respirar. Caían mis lágrimas para llenarme de viento los ojos, de algo que no se ve, pero que se siente libre cuando seca las pupilas. La tortura de pasar 10 horas sentada se desprendían en los músculos de mis piernas al trotar rítmicamente sobre el asfalto. Sólo mis lágrimas podían secarse sobre una línea blanca a lo largo de la carretera, donde los autos no pasan a menos que sea fin de semana y en quincena, donde todo el mundo quiere ir al centro de la ciudad a quitarse el cansancio del trabajo. Pero la madrugada del miércoles no fue así.
            Una camioneta con las luces altas se acercaba a mi izquierda, corrí sólo por el filo del asfalto, para que me rebasara, se mantuvo con una velocidad inverosímil para una carretera sola, sola, sola.  Las luces se posaron en mi espalda hasta blanquecerla toda, pasó después el vehículo a mi lado y me rebasó, cuando acabé por interrumpir el llanto y dejar que el sueño volviera a funcionar a sus horas normales. La camioneta dio reversa.
¾ ¿Ey, por qué tan sola? ¾Una sonrisa se asomó, mientras el vidrio bajaba. La sonrisa era de mi vecino Cristián.
¾ Me asustaste¾ si bien, correr por San Mateo, a altas horas de la noche es como ponerse un escalpelo en la sien y pasarlo por todo el contorno de la cabeza.
¾ ¿Estás llorando? ¿Estás bien? ¾ su sonrisa cambió a una de preocupación instantánea.
            No podía decirle que sí, hay cosas que debemos ocultar para que sigan siendo un código de respuesta para poder sobrevivir en este ritmo que nos hace dejar lo que realmente somos.
¾ No ¿por qué preguntas?
            ¾ Lo más precioso de esta carretera es tu vida, déjame llevarte a tu casa. No deberías andar sola por aquí, no está chido.
            ¾ Ya voy para mi casa¾ después de su insistencia subí en la camioneta. Él tenía aliento alcohólico. Yo sólo quería que se callara para que el tufo a cerveza no me fulminara todo el aire fresco que corría por mi cara.
            ¾ Vengo de trabajar.
            ¾ ¿Eres catador de cervezas?¾ Soltó una carcajada.
            ¾No, soy bailarín.
            ¾ ¿Qué no sabes que no es bueno beber y manejar al mismo tiempo¾ hice que se sintiera incómodo, pero la verdad, no tenía derecho de decirme si mi vida era preciosa o no, vi cómo cambio su cara, cambié el tono de la conversación. ¿Y en qué ballet?
            ¾ Qué raro, somos vecinos y jamás hemos hablado tanto.
            Aquello era cierto, del buenos días, buenas tardes y a veces un buenas noches, no había pasado. Teníamos de vecinos lo que yo tenía de compañerismo con los del trabajo. Nada.
            ¾ Bailarín exótico.
            No pude sorprenderme de que fuera exótico, pero bailarín era lo que me causó curiosidad. ¿Cómo alguien puede soltar tan rápido de su boca, una de las profesiones que forman parte de la línea más juzgada de la sociedad, después de narco y prostituta? Me pareció que el aire que salía de su boca al decirlo era triunfante, liberado del prejuicio y de la rutina. Pero había algo que no terminaba por decir.
            ¾ Yo soy un robot, para estas alturas ¾ volvió a reír, hasta cuajar una carcajada.
            ¾ ¿Cómo un robot?
            ¾ Tengo todo lo que un robot tiene, un trabajo mecanizado, cuadrado, rutinario, que rechina en lo aburrido y necesita cruzar una línea imposible, aunque sea más eficiente que un humano, no lo es. No puedo cruzar la línea del gusto por lo que hago.
            No podía cruzar la línea de lo que lo ata a uno, a lo que uno ama. Una simple letra que lo cambia todo. Atar/amar
            No debí decir aquello. Cristián me miró como si yo fuera el robot más sencillo de todo el mundo, tal vez, menos complicado que un abre latas.
            ¾ No digas eso, eres una mujer a quien no le hace falta nada. Y no eres la única que puede llegar a sentirse así.
            Yo estaba perfectamente descansada después de correr llorando, la sensación de despejarme de todo había llegado al cien por ciento. Él después de venir de bailar para un montón de mujeres con escotes pronunciados y manos largas, seguro sintió lo mismo. Nos empezamos a besar, un beso primero algo tímido a las afueras de mi casa, luego uno más grande que abarcaba toda la boca. Cristián se corrió adentro de mí  cuando lo monté sobre las piernas dentro de su camioneta.
            Cuando terminó pudo confesar algo que no esperaba.
            ¾ No es lo mismo calentarse con una cliente que te ve como un vil pedazo de carne que con alguien que sí te gusta.
            Hace tiempo hubiéramos hablado, pero no sólo correr para mí en la carretera era buscar una liberación que yo necesitaba casi todas las madrugadas, era  callar algo que nadie podría entender, pero Cristián ese día, al correrse dentro de mí, me hizo comprender que me entendía  a la perfección, él se liberó también, de algo que no le gustaba de su trabajo y lo estresaba.
            Amanecimos juntos, por la mañana el “buenos días” vecinal, no sólo fue un protocolo, sino un código que nos dirigía un camino directo a algo mejor que nos esperaba de vuelta del trabajo.
            La madrugada del lunes, Cris me recogió de vuelta de mi carrera, tenía un brillo en los ojos cuando me vio, “quiero ser libre”, gritó, me subí a la camioneta e hicimos el amor hasta corrernos en medio de la carretera.
            Los dos corrimos desde entonces, cada quien a su manera, yo no volví a llorar por la rutina fastidiosa de todos los días y él jamás se volvió a sentir  como un bollo caliente que tiene el compromiso de calmar las ganas de una cliente. Todos los  días nos saludamos con un “buenos días” que nos esperaba de regreso a la mañana siguiente en la carretera.