Sunday, June 18, 2006

Papá fue el primero en llamarme “ratita”, eso, la comunidad de la rata nunca lo supo y es que jamás compartí esa historia. Nací ochomesina por causa de algunos bordes y pequeños choques que tuvieron en la Brasilia. Me decía tortuguita cuando me hacía cariños, tal vez porque me encantan las tortugas y tengo una colección de ellas, o tal vez porque para él tenía cara de tortuga. Siempre me comparó con algún animalillo casero y en ocasiones silvestre. Papá me tomó en un solo brazo y le dijo a Argelia que era muy pequeña, que me faltó crecer y me tomaba la pequeña pezuña desde entonces y me decía que era tan pequeña como una rata. Sólo a ese señor se le ocurre y es que él me metió en los libros desde niña, me metió por los ojos a Herman Hesse, a Kafka y aun lo recuerdo revolcándose diciendo que no cree en Dios, y que es Ateo, gracias a Dios. Papá me llenó de ironía y de humor negro. Ese viejo es un salvaje que ahora anda en bastón. Y lo recuerdo cuando caigo y me levanto como ave fénix, diciendo que aunque casi muero, el humor negro es lo que me queda, tal vez tenía razón, sólo papá pudo ver desde entonces que soy escurridiza como una rata-pez, porque me gusta la libertad: Me bañaba sobre la mesa, me dejaba, según él, por algunos momentos para ir por la pastilla hipoalergénica de jabón y yo, mientras tanto, aprovechaba para volar de la mesa al suelo, la caché antes, le decía a mi mamá, para que no lo regañara como a un niño y me cubría la cabeza con su mano para que mamá no viera el moretón o el nuevo chipotón, yo no lloraba, al contrario, me ría cuando me ponía entre sus barbas, seguramente porque me picaban y me hacían cosquillas, porque me supo de la fuerza que tienen las tortugas, con esa protección, con ese caparazón que cargan y de la blandura con la que me educó, porque siempre me contestó mis por qués, esos por qués, que me ayudaron a investigar al mundo en el mundo.
Feliz día del padre, viejo zorro.