Wednesday, November 17, 2010

Testamento y yo, llevamos algunos años unidos de las manos, de la yema de los dedos, colgados de las venas carótidas, que nos irrigan la cabeza, incluso, estamos atados del corazón. El tiempo pasa y pasa, y no se detiene. Resulta que durante estos años, me he dado cuenta que: Soy una fracasada.


Escribo de la manera más fracasada. Leo fracasadamente los libros, sin llegar a terminarlos, porque se me atraviesan otros títulos o se me pierden mis ejemplares y echan polvo en algún lado de la ratonera en la que vivo. El otro día encontré un hormiguero en mi auto: un golf del ’96 que ha resistido tres embestidas que le he dado, causando un desmadre vehicular. Resulta que cuatro días a la semana como en el auto y llevo con él, un hormiguero endemoniado, que hambriento sale, cada que saco mi lonche.

Otro fracaso se me ocurrió tenerlo dentro de la lista, cuando una de mis primas de 15 años me preguntó que cuándo me iba a yo a casar. Le dije que ni novio tengo, ¡si supiera!, que mi libido se me fue por imaginarme a un amigo en bikini rojo. Yo ni siquiera pienso en casarme, mínimo considero coger con alguien uno de estos días. Tengo ya rato que ni me toco a mí misma. Creo que es por mi maldita imaginación y mi amigo tan feo en bikini rojo, que me ha llevado a fumigar mi libido. Tengo casi 30, el casi se quedará por un buen tiempo, porque medio soy traga años. Eso se debe al fracasado trabajo de teacher que tengo y a veces ya no me permite leer, ni escribir con libertades literarias. Esa de vivir de las becas y andar en la farándula, chismeando con los o las escritor@s que se me atraviesen, o de perdis ir a los encuentros literarios y las feria de libro.

Qué ogete es mi fracaso. Y sigue.

Pero como al chile, me da hueva contar aquí toda mi rutina de fracasos. Prefiero hablarlos desde la narrativa.

Así que ahora testamento es: Testamento traicionado, y fracasado y luego lo que se vaya acumulando.
Por lo pronto, contaré el fracaso de los últimos libros que tengo, eso cuando regrese.