Thursday, April 09, 2009

Para que nadie te hiriera, para que nadie se metiera, en tu vida así como así…
Enanitos verdes.

Gabriela siente el corazón como una cacerola hirviendo que va a estallar dentro de sí. Tiene que decidirse a tocar la puerta, verlo a los ojos y aguantar el llanto para poder explicar lo que siente. Eso que todo mundo sabe, pero que nadie entiende.
¿Estabas ocupado? Piensa, que primero hay que preguntarle sino lo molesta, pero es obvio que ella lo molesta. Lo molesta con sus miradas de aguacero, con el sonido de su corazón y con esa respiración de ratón corriendo.
Hola, ¿cómo estás?, claro que le contestará que cómo quiere que esté después que casi le saca la katana y le rebana todo el cuero, y es que Gabriela es a veces impulsiva, llena de fuego en las manos y con la capacidad de rebanarlo todo sin preguntar.

Mejor decirle un Hola, quiero que sepas… que lo siento.
Pero qué estúpido es eso, si lo sintiera, se hubiera detenido antes de atacar, preguntar y luego hacer conjeturas o matar. Ya nada se le podría creer a Gabriela, después de siempre querer golpearlo todo, y gritar como una psicópata descontrolada.
Ella se para frente a la puerta de la casa de él y mira con nostalgia las risas, los abrazos, los… que ya se han ido por nada… Toca… y… Gabriela siente que ha estallado su corazón.