Sunday, January 07, 2007

El amor creemos conocerlo en un tazón con leche, tibio, acogedor, dulce, protector y que nos alimenta; sin embargo, es en el mismo tazón con leche, donde beben las serpientes que copulan haciéndose en un “otro” mismo cuerpo. Y del que se siente uno herido en cuanto cruza a la línea de la ruptura, aunque ya no exista un lugar dentro del tazón con leche, para dos cadáveres, continúa creciendo el conocimiento del amor, en el dolor.
Reposé mi lengua bifurcada sobre la tenue sombra mía, de tu cuerpo. De tu herida apasionada, de tus anillos unidos en los círculos de mi cintura. El primer remedio es extrañarte, el segundo, dejar de pensar en mí mismo para dejarte de extrañar junto conmigo, el tercer remedio, cuando llegue a la disociación, es sacar tu cadáver del tazón de leche, sacar esa serpiente que me pesa en cuerpo. Arrojar la mala leche en la que ha permanecido mi cadáver y dejar de hacerte favores. Aunque te ame.

Pueden prohibirme las salidas, pero… serpiente en tazón con leche
Pueden abrir heridas con limón y sal, pero…serpiente en tazón con leche
Pueden decir, ellos y nosotros, pero… serpiente en tazón con leche, sólo existe una.

Yo no sé qué decir, si Monterrey a veces parece nuevo, como si redescubriera sus lugarcillos, donde van gringos, italianos, franceses a comer pasta o ternero, si después un chico moreliano piensa que creo en las quesadillas norteñas con queso y no en esas quesadillas chilangas con huitlacoche o tlacoyos que me gusta comer los fines de semana. Le conté a G de él, de cómo era eso que siento, de cómo he decidido calmarlo y empezar sin él, de él, de él ese de quien cuento que ya no cuento. Y vuelvo a sentir enamoramiento de ese en donde uno se enamora de sí mismo.