Saturday, June 18, 2011

Valerie
*cuento de la antología de Polvos
Por Isadora Montelongo






Me has llamado por teléfono, me has dicho que estás feliz y el sexo se te ha dado tan divertido como malabarista de circo, -el nuevo trapecio de tu vida me tiene sin cuidado, pienso-. Insistes que la has pasado bien y que tu nuevo novio lo tiene tan grande como un misil.

Se ha mudado contigo y se quieren cada noche y el baño, la cocina, la sala, el estudio, las escaleras y el patio, son sólo una extensión de su cama y malabares. Me dices que con èl, te has sentido dentro de una película,-porno,supongo-. No paras de hablar, bebo de mi cerveza, levanto el retrete y me pongo a mear. Das un gritillo de emociòn, te ha dado la llave de su apartamento donde pasan los fines de semana,-¿y qué crees? ¿más cojer, más cojer?-.

Voy a la cocina a preparame un sándwich: jamón, rebanada de queso amarillo,tomate,pepinillos agrìos, mayonesa,pan blanco, mostaza, hoja de lechuga, muerdo y sigo escuchándote decir que podría acabar a un par de king-kongs con su fuerte trasero o derretir algunas balas con sus manos o cargar un montón de edecanes rubias de piernas largas en su espalda.

-Ajá, te digo y empieza el diálogo-. Aseguras que este sì es el sujeto correcto: alto, con dinero, buen trabajo, excelente sexo, sexo y sexo. -Uhm, digo por el audicular, rasco mi blando estómago, bebo otra cerveza, me echo al sofá y enciendo el televisor con el control remoto.

Me cuentas que has pensado que alguno de estos dìas hagan cosas locas, posiblemente te suba en alguna de sus motocicletas, te diga que lo abraces de la cintura y su abdomen plano y lleno de acero que viste por debajo de su masculina chaqueta de cuero negro y corran hasta Las Vegas y un clon de Elvis con algunas rayas de coca encima, los declare marido y mujer y luego te haga el amor como una bestia desde el hotel de algùn casino hasta que paren en un desierto de la frontera, y un policía de camino los arreste por faltas a la moral.

Terminas de contarme y me preguntas que qué he estado haciendo, te he dicho que he comido un sándwich y bebido tanto como para acabar con la sed de un país pequeño, te rìes, y me dices, levantaté, he llegado, estoy en la puerta. Cuelgo el teléfono, apago el televisor y te devoro como un león de circo importándome poco la red de malabarista que traes puesta en las piernas.