A veces hay que aceptar que no se puede ser una diva de corazones rotos, y no porque los rompa, sino porque me los van rompiendo, cada que le disparan balas de cuerno de chivo, lanza llamas, bombas molotov con todo y clavos al rojo vivo. A veces hay que aceptar que ya no se tiene el corazón roto, que está uno bien, y que llorar ya no es una actividad en el día, a veces hay que ver esa esencia que uno tiene, fuerte, suave, tranquila y de bienestar. A veces hay que aprender que el amor no duele, y que se vuelve impersonal, que ya no tiene nombre de otro, u otro, u otro, u otro, sino que se sabe dentro. A veces hay que darse cuenta que el álbum de fotografías está lleno de uno mismo y de gente latente, no ya de amores rotos, y de rompecabezas sin resolver. Hay que darse cuenta, a veces, que el la luz del sol se hace fosforescente, la noche tornasol, y todo atrae como abeja a la miel.
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