Vi al peluso, después de casi año y medio de no verlo. Fui a buscarlo a su trabajo y todavía tiene ese suetercillo color madera que siempre cargaba todas las mañanas. Me bofié al subir hasta el cuarto piso, en su búsqueda, corrí como diablo junto con el Guille, todo para saber que el papá del Abraham murió, si a veces sé que llego tarde a las noticias, a los hechos, a dar un abrazo que en camino a confortar, sólo desciende en la memoria, si yo recuerdo a Abraham escuchando mis decisiones, diciéndome entre cada amargo silencio, que el negro es mi color, y bataneando palabrotas en el andador muchas noches continuas.
Y el peluso, llegando todas las mañanas, raspando para darse de log in, y siendo el primero en sonreír, en entrenarme con sus ejercicios de kung fu y sus gritos de changuillo cada que hablaba con un puerto riqueño o pasándome las llamadas de chinos con su acento en “eles”, si yo los recuerdo cuando los presenté y se hicieron poco a poco hermanos. Riéndose de mi suerte con las llamadas de idiotas masturbándose por las mañanas y pasándome todo el Kamasutra en cada quejido, dejando que me volviera una calcomanía en su recuerdo por su amistad, porque si regreso al Norte, ese Norte me sabe decir, bienvenida, amiga. : )
Monday, November 20, 2006
Se pude entregar la carne, pero no el amor, blow job
El amor coincide,
Coito
Uña.
Pecho
Espalda
Se puede reventar el cuerpo, pero no se entrega el amor, bukake
Roce
Miradas
Serenidad
Paz
Acabo la historia de los gatos, de esos gatos sentados sobre el pecho, sobre las caderas de la noche, sobre tu cuerpo recostado en tu alcoba. Sobre lo que concluye sin siquiera concluir, porque no soy yo, sino soy tú cuando estoy contigo. Y yo, quiero ser yo, yo, yo, reflejada en ti. Gris ya no maúlla por las noches, ya no me llora y canta con su cola alargada por la alfombra que cobija mi sombra diciéndote adiós.
El amor coincide,
Coito
Uña.
Pecho
Espalda
Se puede reventar el cuerpo, pero no se entrega el amor, bukake
Roce
Miradas
Serenidad
Paz
Acabo la historia de los gatos, de esos gatos sentados sobre el pecho, sobre las caderas de la noche, sobre tu cuerpo recostado en tu alcoba. Sobre lo que concluye sin siquiera concluir, porque no soy yo, sino soy tú cuando estoy contigo. Y yo, quiero ser yo, yo, yo, reflejada en ti. Gris ya no maúlla por las noches, ya no me llora y canta con su cola alargada por la alfombra que cobija mi sombra diciéndote adiós.
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