Estaba dentro del muro de Berlín, era enorme, había habitaciones destruidas, asechaba el mal olor, el que solo la humanidad tiene. Y ese chico quería arrojarlo, pararlo, tumbarlo, destruirlo. Yo sólo quería pisar tierra, salir de ahí, dejar de olfatear la podredumbre. Ambos estábamos en alto, viendo hacia abajo. Y luego, quise que el muro jamás fuera destruido. La podredumbre debajo del muro, era más que la de arriba de él.
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