1. Fue una llamada y la voz por el otro lado del auricular la que cambió parte de mi vida: "Yo no quiero hijos" Tenía 28 años y me morí.
2. El número ocho se ha vuelto un estigma en mi vida. Tal vez la vida tenga que torcerse para alcanzar a ver lo que no se ve cuando todo está derecho.
3. Antes había hecho ese recuento del número ocho, ocho mesina, ocho años una peritonitis, 18 años 2 intentos de suicidio al hilo y 28 años, lo que me hizo ser una persona totalmente distinta.
4. Me alejé de Dios, pero cada que lo hacía con las drogas, el alcohol, el sexo, el estilo de vida y el odio que tenía por los demás, Dios me aceraba a lo que más dolor me causaba: los niños. "Deja que los niños se acerquen a mí"
5. Aún lloro a veces con la imagen de cómo sería su risa por la casa de mis padres, la educación que rechazaría o aceptaría cuando por ser muy lista manipularía. Los regaños, los desvelos, la calma cuando en mi mente duerme y lo que a pesar de ser un imaginario, la quiero con toda el alma.
6. Muchas veces me he querido morir por alcanzarla, y paro ese dolor, que sale del carril de la nostalgia. A los muertos se les quiere, pero no se va con ellos.
7. Dios está en mi vida nuevamente, estoy tan enamorada de este presente que dejo todo en libertad: lo pasado, lo futuro, el universo, el tiempo, la inmensidad. Y me vacío hasta ya no sentir nada.
8. He vuelto a amar y voy de la mano de quien me ama... "El amor... todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta..." Dios nos ama.
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