Me ha dado por escribir y tomar agua: Zua tomó su corazón con el filo de la espada, traspasó el color de su pecho azulado y lo dejó resbalarse en el marranero de sangre que se había hecho. Me ha dado por pasear y gastar dinero, me ha dado por vestir colores verdes: Zua recorrió el departamento, rememorando el recuerdo de él entre sus piernas, abriendo memorias de esa cara de sexo, de esos ojos que se inflan al penetrar hasta en el aliento. No disimulo lo bien que me la he pasado, ayer un coqueteo en el oxxo, de un tipo con camionetón, presenciado para mi ego por mis amigos, risas y fantasmas, recuerdos de prepa de esos instantes ya vividos “dejávu”: Zua tiene el control por dentro, Zua había entrado a la habitación desde hace días, había permanecido oculta casi sin respiración en el ventilador de aire, presionando sus pechos contra la pared de fierro, y su espalda en forma de caja, guardando la espada entre sus muslos. Me ha dado por decir nada, por andar por ahí, sin oficio, sin beneficio, con o sin perdidas, sin que me moleste ser ya una regiomontana. Esperó noches, guardando salivas nocturnas, el calor de los cuerpos, del engaño, del placer ajeno. Me ha dado por curar a quien veo, me ha dado por reír y abrir alas, me ha dado por pasarla bien, tomar agua y escribir: Zua al final, el desgaste de las noches, trató con todas sus fuerzas de apuntar bien a su corazón. Muriendo también ella de dolor.
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