¡Verga! Si yo crecí con la verga en la boca, como aquella colombiana que conocí en una paella nocturna, ¡verga, mamá!, ¡¿pero qué coños haces aquí?! Le gritaba la colombiana de quien no recuerdo su nombre y me retomó a ver en la manera en que me expreso. La realidad ante semejantes expresiones es que las madres suelen molestarse, sobre todo las madres mexicanas al escuchar hasta el último sonido de la verga. Verga. Mamá me dijo que cuando quisiera que ella se alejara de mí, que sólo le dijera verga, como ayer. Sentada en enfrente de trabajo social, esperando mi incapacidad en el Seguro, Argelín bello comenzó a presionarme, con fiebre por más de 24 horas, a mí no me gusta hacer nada, pienso que el corazón me va a salir chorreado por la boca o por el trasero, destrozado por esas fiebres crónicas que me dan, independientemente de las transfusiones que me tocan al año que lo hacen feliz, tremenda mierda me sentía y escuchaba un no, tú debes hacer esto, un no, tú debes moverte, un no, tú, tú, no, no, no. ¡Chingada madre, qué vergas quieres! Vi a esa preciosidad de mi madre alejarse con tal resolución que observé cómo la verga puede hacer cierto favores, poderosa verga que cuando la sabes echar por los labios tiene el mismo efecto que cuando la mamas. ¿verdad madre? Corrió más intensa que una eyaculación precoz.
* PD, mi intención no es proliferar la palabra “verga”, utilícese con el mayor cuidado y no como yo, que la mal utilicé con la persona que más quiero. Mi Argelín bello.
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