Pasé frente al Das Beer House y recordé cuando le daba besos a las botellas de cheve, cuando podía besuquear a las indio, a las xx, y reírme hasta que los comensales de la mesa de a lado, me chistaban o llamaban al mesero para callarme, y Dinorha maleducadamente les saludaba a la madre, el gordo con vergüenza ajena, me decía: ¡ven para acá flaca, no hagas pedo! Tratando de reordenar mi indisciplinada vida tomándome de la cintura que se me caía en alcohol. El gordo me perdonó siempre: sus dos bochos que le choqué, las interrupciones de su sueño en la viajera madrugada, mis llantos por los suicidios frustrados, y el hacerme la dormida cuando se quería declarar. Mi Dino y el buen amigo del Gordo, fueron los que se quisieron quedar., cuando la tristeza comenzaba. La última temporada en el Das Beer House, fue para decirles que ya estaba tranquila, para tomernos fotos, para nuevamente despedir a Dino y para brindar por la terrible Nostalgia que nos perteneció.
Hoy caminé recordando el Das Beer House y lo que se quedó dentro: una foto de los senos de Dinorha con su micro blusa, súper pegadita y llena de agujeros; el ansia de la adrenalina que El gordito siempre tuve en decirme: te quiero, pinche flaca y mi contaminada devoción por mis amigos a los que quiero sobre las calumnias, sobre las pobrezas, sobre las cervezas, sobre mis pies, sobre mis gatos sin pelo y sobre mi sien a la que decidí no dispararle, porque encontré la errata de vivir y seguir viviendo, porque sé que no voy a morir como lo dice un tatuaje alrededor de mi seno derecho.
No comments:
Post a Comment