Duelen mucho a veces las verdades disparadas por la boca de la vulpes, definitivamente, nos debieron de haber puesto bozal cuando nacimos, pero es que así es la gente norteña, sincera, franca y con boca de rifle, decimos una y vamos enseguida con la otra, sentencia tras sentencia. Duele.
Y es desgastante, hablar con Calder y es desgastante recordar que Salvador no me quiere y es desgastante no ser bien querida ¿y es que ya me quiero morir? No, eso no, qué hueva. Todavía tengo picosidad en la sangre, púas como vellos y un cerebro de resortera, no siempre sé dónde va a caer, pero igual regresa al mismo sitio, la calma. Y hoy he soñado a la gordita impúdica, tan blanca como era, tan divertida como siempre y la extrañé, tal vez porque me la he pasado hablando de muertos, malas sombras y biblias, pero es que de pequeña me encantaba hablar de eso, leía libros y libros que pasaba todo el día pegada a la portada de un careto de ovni o extraterrestre, o de alguna onda de sonido que viajaba de la vida a la muerte y de la muerte a la vida. Y he pensado en la mía, en mi muerte. Y pienso en que no voy a morir y estoy negada a que me caiga un rayo, a que me atropelle un camión cargado de botes de leche, a que muera de una terrible enfermedad y a que muera con el corazón roto. Y yo no sé si la gordita pudo amar antes de morir, pero yo la amé en cada casette que tengo, la quise mucho a pesar que jamás cruce palabra con ella. Y las palabras de Vulpes duelen, porque tiene razón, porque Salvador me dio un beso que para él no significó nada, porque Calder tan sólo se quiere a sí. Y pues ni modo, porque así somos los norteños. ¿A qué no?
3 comments:
Mi intención, en definitiva no es provacar dolor,-por el contrario- pretendo, dentro de mis cortos límites, evitar uno mayor ...por el aprecio que te tengo.
un saludo.
Yo lo sé. T e quiero Martha. :)
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