Ratis, como me dice O, Ichayoya como me decía S, Morrita como me dice H, flaca como me decía M, Inche loca como me dice I, txiki como me dice L, Isita como me dice A, zorra como me dice D y así sigue la lista, cuánto los extraño. Las personas no sólo son un movimiento en el tiempo, en el espacio, sino un permanente en la volátil conciencia. D, olía a comida siempre, me encantaba abrazarla porque olía a comida, y a ese aroma a felicidad que sólo ella tiene. Tengo un recuerdo de O que no voy a olvidar, cerca de la colonia oblatos en Guadalajara, me mostró su niñez que se desarrolló en una primaria, yo me quedaba en el salón y me ponía a leer, y que está dejando ser en su vida que es un recreo porque la escritura no es tan complicada para ella. El clima es cambiante, aquí cambia rápido y con fuerza, como una madre cargando a su bebé, carga a la criatura con cuidado y cariño, pero la sostiene reciamente para no dejarla caer, eres como el frío y el invierno, cosa tan más importante no me han hecho saber, y es que S, es así, simplón como él se dice, pero yo sé que no, que es como hierba verde que apenas sale al sol, joven y sabia. M, con sus silencios, L con su idioma tan inteligente y sexy, I con tanto amor y resolución. Los extraño. Y es que el tiempo ya no jode, no desgarra y no pone gorro, el tiempo deja de ser cazador, los apodos llenan el recuerdo. El recuento es volverlos a pensar. Ayer le llamé a C, para saludarle, para saber cómo anda, cómo van sus proyectos, porque me interesa que estén bien, los quiero, aun en la distancia y el tiempo.
Y me imagino cuando caminas y subes al 23, y cuando tomas el audicular gomoso de la esquina, pensando que ahora eres tú quien carga un chocolate en la mano, esperando detrás de una columna del patio de mi casa, y abro la puerta y te miro, y eso tampoco lo voy a olvidar, porque queda en la conciencia, en lo permanente y en mi capacidad de sorpresa. Y yo, me veo, escogiendo un chocolate a las 9 de la mañana entre una tela de doñitas bastoneras, ¿quién compra chocolates a las nueve de la mañana en el súper, con la idea de ver una sonrisa? Te quiero mucho chamaquito lobnívoro, porque sé que aunque no lo digas, comes sólo lobos de chocolate, y me pregunto ¿por qué en las galletas de animalitos no hay lobos, si son bien chidos?
Carpe diem et singulis diebus Después de todo, la sorpresa no fue el chocolate, siempre eres tú.
2 comments:
Me agrada que este escrito, pese a la carga tremenda de nostalgia, se siente fresco,bien.
ahi va implicito ese ritmo que te está arrastrando de la narrativa a la poesía...aunque no te dejes.
Juar, juar, juar. Aunque me fascine leer narrativa ¡Qué viva el frágil imperio de la poesía! (Dicho con el Carmina Burana de fondo y el efecto especial de unos truenos)
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