Aunque no experimenté esa sensación de ir escurriendo mocos sin darme cuenta, porque el frío te pasa como navajitas en la cara. Puedo decir con gran orgullo que atravesé parte de las rocky mountains, como toda una rata guerrera. Mentira y de la más baja, cada que venteaba gritaba como gato cursiento, los mocos los dejé colgando en la bufanda y los golpecitos de aire en los ojos me hacían recordar a cada pezuñaso lo mucho que me quería morir, ahí mismo, tiesa de frío y nieve, como cuando le rapé una parte del cuerpo a Cecilio, el maldito gato se ha de estar regocijando en la tumba o en la bolsa de basura en la que lo dejamos, porque juro que si me hubiera meado del frío, la amarillenta sustancia se hubiera echo cubito de hielo. Juro por Dios que no vuelvo a rapar a ningún otro gato y si lo hago, le compraré su respectivo ajuar de invierno para que no tenga frío. Ya verán a mi ejército de gatos bien combinados con suéteres púrpura con tejido de gancho y sus botitas fashion de peluche anaranjado y si alcanzo con el presupuesto una bufanda de cola de racoon para que presuman. Porque estos perros canadienses con sus botas de goma afelpada no les van a hacer el feo a mis gatos guerreros.
De regreso ya no sentía frío por la sencilla razón que ya no sentía el cuerpo, pero lo que puedo decir es con toda verdad en esta boca de donde salen puros suspiros sabor a lagrima es que me encantan las montañas de Canadá y más el chocolate caliente que te vuelve a la vida como sopa de camarón.
De regreso ya no sentía frío por la sencilla razón que ya no sentía el cuerpo, pero lo que puedo decir es con toda verdad en esta boca de donde salen puros suspiros sabor a lagrima es que me encantan las montañas de Canadá y más el chocolate caliente que te vuelve a la vida como sopa de camarón.
1 comment:
Flaquilla, te quiero. Y quiero un gato. Mejor gata, para que no se orine en todos lados. Que se llame Nadja. Sí.
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