Mientras Cecilio se acariciaba las ganas junto al pequeño peyote. Calipso y yo le chiflabamos a la noche. Aun sigo extrañando a mis dos gatos. Siempre los tres tuvimos el corazón desafinado, como todos los gatos que le silban a la noche.
Cuando te vas corazón, sólo dejas viento que resoplar. ¿Por qué silbas don gato? Porque es lógico, después de tanto llorar, ya no hay maúllido que tenga aire en alguna cuerda vocal.
2 comments:
Siempre me gustó la gordura de Cecilio. Era un gato para abrazar. Y lo que siempre admiré de él, era que por más que todos dijéramos en su presencia: "Isa, ese gato está muy gordo, ponlo a dieta", él no se intimidaba y nos seguía mirando hacia abajo. Se sabía el amo y señor de la casa, y nosotros simples humanos súbditos que moríamos por acariciarlo.
Sí, Cecilio era el dueño,amo y señor de la casa y de mi corazón, Pero no estaba gordo, era de hueso grande y estaba muy peludito.
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